El camino es una sección de un importante itinerario interregional que ha unido durante siglos la costa cantábrica con la meseta castellana. En el siglo XVI, Hernando de Colón describe el camino como parte del itinerario de San Vicente de la Barquera a la feria de Medina de Rioseco y a Toledo. Estructura el valle de norte a sur discurriendo principalmente por la margen derecha del río Nansa, excepto en el tramo medio entre Rioseco y Santotís que lo hace por la orilla izquierda.

Tras atravesar el magnífico núcleo de Tudanca, protegido con la clasificación de conjunto histórico y que acoge la Casa-Museo de D. José María de Cossío, se llega a la parte alta de la localidad de donde arranca el camino hacia Puente Pumar. Aunque el inicio se encuentra actualmente convertido en pista, quedan algunos restos de la antigua traza empedrada. Superado el collado de la Joz, donde existe una pequeña cabaña refugio de nueva construcción sobre un antiguo santuco, se desciende al arroyo de Jalgar por un trazado apenas marcado que va haciendo lazos cruzándose con la actual pista. Desde el arroyo, que se salva por un pontón de hormigón, el camino asciende contorneando por el oeste la pared límite del amplio invernal de Sobayo. Desde Sobayo al collado de Pantrieme discurre el camino con tramos de magnífico empedrado. En la braña del collado, como es habitual, la traza se difumina. Ya en el valle de Polaciones, en la bajada a Puente Pumar, se cruza la pista que conduce hasta un cercano repetidor y se sigue en paralelo al muro de un invernal que se bordea por el norte y por el este. El camino prosigue por el borde de un bosque de hayas. Al llegar a las praderías inmediatas a Puente Pumar se pierde la antigua traza y se debe realizar el último kilómetro hasta el núcleo por la amplia pista existente. Se accede al conjunto tradicional de Puente Pumar por su parte alta, donde destacan sus casonas, el antiguo puente sobre el arroyo Espinal y el humilladero.