Las obras de fábrica, término equivalente al francés “l’ouvrage d’art”, fueron definidas y clasificadas para la ingeniería civil española en 1925 por el ingeniero de caminos José Eugenio Ribera en su publicación Puentes de fábrica y hormigón armado, lo que significó una notable ayuda para la sistematización de múltiples estructuras de paso hasta entonces construidas y por construir. Para su denominación se consideró la posibilidad de traducirlo literalmente del francés pero “obra de arte” fue considerado por el autor una denominación pretenciosa, y sujeta a confusión por el significado que tiene esta expresión para la lengua española.

Las obras de fábrica agruparon a muros, acueductos, viaductos, sifones, pasos inferiores y superiores y obras de desagüe. A estas últimas, que tienen la misión de  sostener la carretera y permitir bajo ella el flujo hidráulico, pertenece otra subfamilia formada por badenes (obras de consolidación de las carreteras que permiten el paso de aguas intermitentes o torrenciales por encima del camino), caños (tubos de pequeña sección circular para el desagüe de pequeños caudales) y tajeas, alcantarillas, pontones y puentes. La diferencia entre estas cuatro últimas radica en la luz salvada (distancia horizontal entre apoyos consecutivos) que oscila entre 1m y 10m. A partir de esta dimensión mayor “… toman las obras de desagüe el nombre de puentes”. Para su definición geométrica también se atiende a cómo se cubre el vano, que puede ser mediante una losa o un arco de diferente directriz (circular, rebajado, etc…)

Para definir la herencia de puentes de piedra levantados durante siglos que recibió la ingeniería se empleó el término puente de fábrica “…constituido por piezas aparejadas de sillería, sillarejo, mampostería, ladrillo o por hormigón en masa, moldeado en obra o en taller”.

Las sucesivas normas de construcción y redacción de proyectos de carreteras han mantenido estas denominaciones pero con diferentes geometrías (colección de modelos).