Incendios forestales

El Valle del Nansa, especialmente sus tramos medio y alto, son una de las zonas de Cantabria más afectadas por los incendios forestales. Su huella, pasada y presente, ha quedado impresa en el paisaje

El fuego, las quemas y los incendios se han venido utilizando en la región, con unos u otros fines, desde que el hombre fue capaz de conservarlo.

Si en un primer momento probablemente se utilizó para espantar a las fieras o para ayudar en la caza, con el desarrollo de la agricultura y de la ganadería su uso se generalizó,-seguramente porque no tenían otras herramientas mucho mejores, para eliminar la vegetación y preparar los terrenos.

Ahora bien, una vez creados los terrenos, el temprano predominio de la actividad ganadera en el valle del Nansa asociada a un aprovechamiento de los pastos de tipo trasterminante -en el que el ganado pasa el invierno en las zonas bajas, cerca de los pueblos y el verano en las más altas, en los puertos- conllevó, igual que en la mayor parte de las zonas de montaña de la región, el uso del fuego como instrumento de ayuda para el rebrote de los pastos antes de la subida del ganado a los montes.

Este uso del fuego, que se viene practicando en la región desde hace varios siglos, con mayor o menor acierto, es el que caracteriza a los incendios del valle: intencionados, porque se realizan sin autorización; con una motivación muy concreta, el rebrote de nuevos pastos antes de la subida del ganado a los montes a partir de la primavera, lo que justifica que se originen en más del 70% de los casos entre febrero y abril y, finalmente, con una superficie quemada sobre todo de matorral, formación que se instala muy rápidamente si el pasto se abandona o no se aprovecha correctamente.

El Valle del Nansa es una de las zonas de la región donde más incendios se originan de toda Cantabria, una media de más de 40 incendios anuales -127 en 2009-y también donde más superficie se quema, más de 600 hectáreas de media -826 en 2010-, por ello, y a pesar de lo rápido que se cubre todo de verde en esta región de clima atlántico, no sólo es fácil observar las huellas que deja el fuego en los montes comunales del valle sino que si se visita en los primeros meses del año, seguramente se observen unos cuantos.

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  • Un helicóptero absorbe agua en el embalse de La Cohilla para apagar los incendios de un día de finales de abril, apreciándose su incidencia por el aspecto brumoso de la atmósfera. En primer plano el efecto de uno de esos fuegos.

  • Un robledal arrasado por el fuego en el término de Tudanca.

  • Matorral quemado con el pasto herbáceo comenzando a brotar en primavera.

  • Pasto de verano en el que se aprecian muy levemente los restos leñosos del matorral controlado por el fuego.

  • Extensa ladera afectada por el fuego en un área que bordea un puerto de verano.

  • Humo de primavera en áreas de matorral.

  • En cuestión de segundos, comienzan dos focos de fuego en las horas centrales del día.