La casona de Tudanca a los ojos de Jose María de Pereda
La casona de Tudanca a los ojos de Jose María de Pereda en 1895.
"La cocina era enorme [...] sus negras paredes relucían como si fueran de azabache bruñido: la lumbre, cuyos penachos de llamas subían lamiendo los llares recubiertos de espesos copos de hollín, hasta rebasar de la ancha campana de la chimenea, estaba arrimada a un poyo con bovedilla, que era la jornia o cenicero, sobre una espaciosa y embaldosada meseta, en uno de cuyos bordes de empedernida madera, y a menos de un pie de altura sobre el relieve general, apoyaba yo los míos; que a mi sillón, grande y con brazales derechos, seguían, hasta cerrar todo el perímetro de la meseta, bancos y escabeles de madera desnuda y muy brillante por el uso, lo mismo que el sillón, y que este hogar ocupaba la cabecera más abrigada de la cocina. Después pasé la vista por todos y cada uno de los innumerables e inconexos trastos, enseres y chirimbolos, que había en aquel recinto, y hasta me interesaron dos ollones y tres cazuelas de barro, cuyas coberteras temblaron entre espumarajos al impulso de lo que hervía debajo de ellas, arrimados a la lumbre y calzados con sendos morrillos por detrás".
José María de Pereda, Peñas Arriba. (Cap. III, págs. 159 y 160). Editorial Cátedra